Material de orientación a padres
Inteligencia emocional para padres
La familia es el principal contexto en la educación emocional de los niños. En él aprenden a entablar relaciones con los demás (iguales, familiares), a comportarse ante determinadas situaciones que les generan sentimientos diversos (felicidad, miedo, frustración) y a generalizar comportamientos que vivencian junto a sus padres.
En consecuencia, que los padres conozcan y gestionen en forma adecuada sus propias emociones es un pilar clave para generar salud emocional en los hijos. Les proporciona a los niños un modelo y un soporte emocional estable y seguro para afrontar situaciones con autonomía y tomar decisiones más asertivas.
Sin embargo, muchos padres se encuentran en la encrucijada de transmitir esta enseñanza a sus hijos, cuando ellos mismos no han estado formados ni educados en inteligencia emocional. Saben que su forma de reaccionar afecta las emociones y autoestima de sus hijos, pero carecen de las herramientas adecuadas para manejar mejor sus propios sentimientos.
Todos hemos tenido alguna vez sentimientos y pensamientos de enojo, desesperanza y culpa. Son reacciones normales ante el conflicto y la frustración, y son necesarios para adaptarse a los cambios y resolver dificultades. Sin embargo, el problema surge cuando esos pensamientos o emociones negativas se agrandan y se convierten en una espiral que envuelve e inmoviliza en la inacción o provoca una pérdida de control del enojo.
Así, es frecuente encontrar padres que saben qué es lo que tienen que hacer para resolver el problema, pero sus acciones pierden eficacia en virtud de su estado emocional. Por ejemplo, cuando sus hijos los confrontan o frente a una situación de desobediencia, no controlan su propia frustración, se dejan llevar por el primer impulso, se desbordan y gritan; en vez de calmarse, utilizar el diálogo y encontrar respuestas alternativas al primer pensamiento (posiblemente más coercitivo).
En otro caso, una madre critica la falta de organización de su hijo, sintiéndose cansada y culpable por la falta de hábitos de su hijo. Ambos, entran en un círculo de quejas y recriminaciones mutuas. La madre aumenta sus sentimientos de impotencia y refuerza sus pensamientos del tipo “ya no sé qué hacer” y “no importa lo que haga, nada funciona”; acabando en una retirada de la madre y mal humor en su hijo.
Además de la falta de educación en regulación emocional, pueden sumarse otros problemas que suelen surgir en la vida diaria de los padres. Expresiones como “estamos estresados”, “no damos más”, “no podemos con todo”, se escuchan con frecuencia en el trabajo de orientación familiar. Cuando las personas están en una situación estresante a lo largo del tiempo, sus cerebros tienden a sobrerreaccionar por lo que se sienten angustiados, cansados y de mal humor. Estos estados suelen acompañarse de pensamientos negativos (pesimismo, derrotismo, atribución catastrófica); lo que aumenta la posibilidad de perder el control en la relación con los hijos, especialmente si se trata de niños que demandan mucha atención o que tienen problemas de comportamiento en casa o en la escuela.
En nuestro instructivo “INTELIGENCIA EMOCIONAL PARA PADRES”, terapeutas y orientadores pueden encontrar un soporte visual con sugerencias para la autorregulación emocional parental, que puede entregarse a los padres como complemento de las técnicas trabajadas en sesión. También hallarán un modelo de registro semanal que facilitará la identificación de dificultades emocionales y otro, para el seguimiento de estrategias de autorregulación parental.
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